Superando la Coca en Imágenes, Segunda Sección: El Café

21 December 2020

Alex Diamond

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Otras secciones: Primera Parte, la Agricultura de Subsistencia; Tercera Parte, Actividades Pecuarias

Por casi dos décadas, la economía de Briceño, un pueblo rural y aislado en el norte de Colombia, se basaba en el cultivo de coca. Mientras que la gran mayoría de ganancias se quedaron en manos de los narcotraficantes que satisfacen las demandas de consumidores de cocaína de todo el mundo, la coca también proporcionaba ventajas claras para las y los campesinos de Briceño: una cosecha cada dos a tres meses, compradores garantizados y cercanos, como lo eran los grupos armados que controlaban el territorio y precios suficientemente altos para mantener a sus familias y ofrecer la posibilidad de mejorar su posición socioeconómica. Sin embargo, la coca también convirtió a la región en zona de guerra entre las Fuerzas Armadas Revolucionarías de Colombia (FARC) y paramilitares derechistas (muchas veces con el apoyo del ejército colombiano), que peleaban por el control del territorio y su economía cocalera. En 2017, un programa de sustitución de coca, negociado como parte del histórico acuerdo de paz del estado con las FARC, llegó a Briceño. De un día a otro, la economía de la coca se desapareció cuando las y los campesinos arrancaron sus cultivos ilícitos, con base en las promesas gubernamentales de proyectos productivos diseñados para ayudarles a pasar a la agricultura legal. En esta foto redacción, que se compone de diferentes secciones, uso imágenes para explorar lo que ha significado esta transición para familias locales.

Un campesino trabaja en su cafetal arriba del río Cauca.

Con la posible excepción de la coca, el café es el cultivo que más se asocia con la ruralidad de Colombia. La imagen del campesino cafetero de pequeña escala que produce el mejor café del mundo es una fuente de gran orgullo en Colombia, y de hecho un elemento constitutivo de la identidad nacional. Sin embargo, mientras que el cultivo de café se menciona a menudo como alternativa a la coca, trae una significativa incertidumbre económica. La mayoría del café de Briceño se vende a precios del mercado global—precios sujetos a una gran y rápida varianza. De hecho, esto es parte de la razón por la cual la mayoría del café colombiano es producida por pequeños agricultores. Haciendas grandes del café, que fueron comunes hasta los años 1930, se mostraron incapaces de sostenerse frente a precios que se bajaron a menos de los costos de producción.[i] En cambio, pequeños agricultores podían esperar hasta que los precios volvieran a subir, alimentando a sus familias con la comida que cultivaron al lado de su café. Desde 1961 hasta 1989, El Acuerdo Internacional del Café (ICA) estableció una cuota que protegía precios y les permitió a cafeteros rurales algo de prosperidad. En este tiempo, el café fue el motor de la economía briceñita. Sin embargo, cuando el ICA se colapsó, los cafeteros fueron expuestos a fuerzas del mercado, y llegando al 2001, los ingresos de los cafeteros solo llegaban al 40% de los niveles de 1990.

No es ninguna coincidencia que el contexto de la abrupta caída en los últimos años 90 y principios de los 2000, fue precisamente cuando muchos campesinos briceñitas cambiaron de café a coca. Hasta los cafeteros que no querían cultivar coca dijeron que no tuvieron opción—los trabajadores con los que contaron para coger su café durante la cosecha anual terminaron ganando más dinero cogiendo coca. Un ex-cafetero me contó que sus granos maduros de café se pudrieron en los árboles—ni uno de sus vecinos se aprovechó de la oportunidad de coger y vender su café ellos mismos. Después de coger todo el café que podía, arrancó sus árboles de café y sembró coca. Ya que la coca se ha desaparecido, muchos campesinos buscan una alternativa económica en el café. Sin embargo, poco ha cambiado; los cafeteros, a menos que busquen maneras alternativas de comercializar sus cultivos, aún dependen de los caprichos del mercado global.

Adrián coge café, enmarcado por sus árboles.

Sebastián, aquí descargando granos de café, ha ayudado a su papá en la finca desde que tenía cinco o seis años; él cogía los granos bajitos mientras que su papá cogía los granos de la parte alta.

Suso, el papá de Adrián y Sebastián, está pensando en abandonar los 10,000 árboles de café que tiene hace 27 años. En el momento, dado al bajo precio del peso colombiano comparado con el dólar estadounidense, el café se vende a un precio relativamente alto de 8,000 pesos el kilo (para los matemáticos, Suso recibirá más o menos $1 estadounidense para cada libra de café verde—una libra que, después de que se tuesta y empaca para venta en el exterior, se venderá por encima de $10 estadounidenses). Pero él se acuerda de muchos años cuando ha tenido que vender su cultivo por debajo del costo de producción. Después de calcular los costos de herbicidas, fertilizantes, la labor de coger y preparar el café, comida para trabajadores y transporte al mercado, un año de duro trabajo ha conllevado a una pérdida neta. “El futuro aquí es uno matarse de día a noche,” él dice. “No quiero que mis hijos tengan el mismo futuro.”

Angélica con una bolsa del café orgánico que ella y su esposo cultivan, cogen, secan, mandan a tostar, y venden ellos mismos en mercados campesinos. Reciben más o menos cinco veces más que cafeteros como Suso, por cada libra de café. Pero su modelo de comercialización requiere desarrollar una base de clientes, y los deja agotados de viajar constantemente desde su finca aislada. La bolsa, decorada por su nieta, dice “Briceño, Territorio de Paz”. Para más información, o compras en Colombia, contáctese con Angélica, por llamada o WhatsApp al +57 312 744 9962.

Mauricio coge hojas de coca (las cuales le regaló al autor para té), de una de las pocas matas de coca que restan en su finca, rodeadas de café. Mauricio, cansado de la violencia de la economía cocalera, primero sembró café en su finca en 2011, después de que erradicadores militares destruyeran toda la coca en la zona y cuando los precios globales del café llegaron a $3 estadounidenses la libra. “Concienticé a la comunidad para cultivar el café, que valía la pena” él dice. “Sembramos un millón de árboles (de café).” Dos años después, para la cosecha de 2013, el precio se bajó a un poco más de $1 la libra, por debajo de los costos de producción. “Me echaron la culpa a mí, y se desaparecieron esos millones de árboles, reemplazados por coca. Si los precios (de cultivos lícitos) se justificaran en Colombia, no habría coca.”

Mauricio descarga granos de café despulpado a su marquesina, una estructura cubierta de plástico que se usa para secar los granos. Mauricio ha adoptado un modelo diferente de comercialización, trabajando con una exportadora para buscar clientes internacionales. Todavía está bregando a establecer un mercado consistente, pero ha mandado café a los Estados Unidos, Chile, España e India. “El café puede funcionar,” dice él. “Pero hay que pensar diferente.”

Los granos en este lado de la marquesina son pasilla: no maduros, sobre maduros, o de alguna otra manera de mala calidad. Mauricio tiene mucho cuidado para separar estos granos (que los vende por una miseria) del resto de su cosecha para asegurarse de que conserva la alta calidad de su café. Tristemente, la mayoría del café que se toma en Colombia es pasilla; el mejor es usado para exportación.

Mauricio sirve café de su finca en la reunión de una asociación que él formó recién, CaféPazBri. A través de la asociación, docenas de cafeteros locales esperan asegurarse de precios más altos y estables al exportar su café ellos mismos. Para muchos de estos campesinos, que siempre han vendido su café sin tostar al precio del mercado, esto fue la primera vez que probaron café de la región. Esta degustación es parte de un nuevo modelo de comercialización que significa nuevos procesos de cultivar para garantizar que su café logre la más alta calidad posible. Claro, sólo se justifica económicamente si logran entrar a mercados internacionales. Para más información, o compras domésticas o internacionales, contáctese con info@anewsunrisecolombia.co o visite https://www.instagram.com/anewsunrisecolombia/

Próximamente: Superando la Coca en Imágenes, Tercera Sección: La Ganadería


[i] La presente discusión de la historia de la economía cafetera recurre mucho al libro por salir, At the Margins of the Global Market: Making Commodities, Workers, and Crisis in Rural Colombia por Phillip Hough, bajo contrato con Cambridge University Press.

Alex is a doctoral candidate in Sociology at the University of Texas at Austin. His ethnographic research follows the implementation of Colombia’s landmark peace deal, analyzing how the rural village of Briceño has experienced a broader regional transition driven by related processes of state formation, the development of mining and energy megaprojects, and a coca substitution program.

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